domingo, 31 de julio de 2011

LIBROS DE GURDJIEFF

Segunda Parte




Ninguna de las preguntas que Ouspensky le hizo confundió a Gurdjieff. Persuadido de que ese hombre podía ser el camino hacia el conocimiento que el había buscado en vano en Oriente, Ouspensky se hizo discípulo de Gurdjieff. Más tarde daría un relato preciso, de impresionante honradez, de los siete anos que paso al lado de su maestro para elucidar y desarrollar todo lo que este le habia dejado entrever durante esa primera conversación en Moscú en 1915.
Pero Gurdjieff, en medio de la guerra, atrajo a otros buscadores.
Citaremos al compositor Thomas de Hartmann (nacido en Ucrania en 1885, fallecido en Nueva York en 1956), ya bien conocido en Rusia. A su ciencia y a su trabajo, puestos a disposición de Gurdjieff, debemos el haber podido reunir la obra musical de este. La Revolución sorprendió a Gurdjieff rodeado de discípulos, en Essentuki, al norte del Caúcaso, donde acababa de sentar las bases de un primer Instituto para el Desarrollo Armónico del Hombre. Cuando se
Desencadenó  la guerra civil realizo con algunos de sus alumnos una arriesgada expedición a través de los desfiladeros del Cáucaso. Llegado por esa inesperada vía a Tbilisi, momentáneamente en paz, abrió allí un nuevo Instituto. Luego, sumergido el sur del Cáucaso en la Revolución, se refugio con sus alumnos en Constantinopla, donde pudieron reabrir el
Instituto.
Este itinerario se alarga, cada vez mas hacia el Oeste, hasta llegar a Fontainebleau, donde por fin Gurdjieff hallo las condiciones necesarias para fundar el Instituto sobre bases estables.
Entre los ingleses que se le unieron se destaca la figura de Orage.
Había vendido, para venir al Prieure, su revista The New Age, en la que, segun Bernard Shaw, habia demostrado durante catorce años ser el «más brillante ensayista de ese tiempo». Nada le era ajeno, ni en el dominio literario, ni en el económico. Para muchos jóvenes escritores, Orage había sido más que un consejero: una especie de hermano mayor.
También Margaret Anderson formo parte de ese grupo, dos años después. Ella habia fundado en 1914, en Nueva York, una revista de vanguardia, The Little Review, con la cual había hecho conocer en Norteamerica a Apollinaire, Cocteau, Gide, Satie, Schoenberg, Picasso, Modigliani, Braque... Hasta corrió el riesgo de ir a la cárcel por haber osado publicar el Ulises de James Joyce. Llegada al punto en que ya no podía satisfacerse únicamente con los refinamientos del espíritu, decidió unirse también a Gurdjieff.
Muy escasos fueron, en esos primeros anos, los franceses que se acercaron a Gurdjieff. Un hombre inolvidable, Alexandre de Salzmann, se había unido a el en Tbilisi. Era pintor y decorador de teatro. Su mujer Jeannet  de Salzmann. Fue ella quien en lo sucesivo haría conocer el  pensamiento de Gurdjieff en Francia y le traería los grupos a los cuales el transmitió su enseñanza, en Paris, después de cerrar el Prieure. ( Enseñando las danzas ).
A su llegada al Prieure, Katherine Mansfield describe:
«... un viejo castillo muy bello, circundado por un parque admirable... Se
atiende a los animales, se trabaja en el jardín, se hace música... debe
uno despertar a las cosas, en vez de discurrir sobre ellas». Y mas tarde:
...en tres semanas, siento que pasé años en la India, en Arabia, en
Afganistán, en Persia... por cierto que no debe de haber otro lugar en el
mundo en el cual se pudiera aprender lo que se aprende aquí».
La estancia de Katherine Mansfield en el Prieure hizo correr mucha
tinta.
«De la calumnia», escribia Pierre Schaeffer en Le Monde, «siempre
queda algo. En lo que se refiere a Katherine Mansfield, por ejemplo,
a fuerza de repetirlo en caracteres de imprenta, terminarán por asociar
la hospitalidad de Gurdjieff con el triste fin de la joven tísica».
Cuando Katherine Mansfield, ya muy enferma, pidió ser admitida en el Prieure, Gurdjieff, conociendo la gravedad de su estado al principio se negó. Orage y los otros insistieron para que le fuera dada esta última alegria. Katherine Mansfield murió algunos meses más tarde en el Prieure y Gurdjieff recibió en recompensa, tal como dice Ouspensky, «su salario completo de mentiras y calumnias».
Rene Daumal y Luc Dietrich son, entre los escritores franceses, aquellos a quienes la enseñanza de Gurdjieff nutrió más directamente.
Andre Rousseau, tras haber reconocido que el valor de una influencia espiritual se mide por la calidad de las obras que ella inspira, escribe en el Fígaro Littéraire: «Si por ejemplo se nos probara que René Daumal debe realmente a Gurdjieff mucho de lo que estimamos y admiramos en él, nuestra admiración por Gurdjieff recibiría un gran refuerzo...». De hecho, Daumal siguió, durante diez años, la enseñanza de Gurdjieff, y Le Mont Analogue dedicado a Alexandre de Salzmann, a través de quien Daumal había conocido a Gurdjieff, es una transposición poética muy transparente de la experiencia interior que Daumal y sus compañeros perseguían.
Tomas de posición apasionadas se produjeron pro o contra Gurdjieff algunos anos despues de su muerte, cuando su nombre, al llegar al público, fue empleado abusivamente por gente que no lo había conocido. Así nacieron unos absurdos, a los cuales, claro está, nadie aportó jamás ni un atisbo de prueba. Gurdjieff no cerraba su puerta a nadie.
Interesaría saber cuales fueron las impresiones profundas del arzobispo de Canterbury cuando paso un fin de semana en el Prieure, o las de Louis Jouvet cuando lo visito en Paris.
Entre estos visitantes de domingo, vino también Denis Saurat, típico universitario, entonces director del Instituto Frances en el Reino Unido, que reencontraba allí a su amigo A. R. Orage. Denis Saurat, al venir al Prieure, temía ante todo ser engañado, y le costo diez años o más
digerir las múltiples impresiones que recibió ese día. Muchos años después, en una carta a Louis Pauwels, resumió así la impresión que había
sacado de su entrevista con Gurdjieff: «No soy de ninguna manera
discípulo de Gurdjieff. El breve contacto que tuve con él me dejó la
impresión de una poderosa personalidad humana, reforzada o dominada por
una elevadísima espiritualidad moral y metafísica a la vez. Quiero
decir que me pareció que sólo las más altas intenciones morales regían su
conducta y que, por otra parte, sabía sobre el mundo espiritual cosas que
pocos hombres conocen, y que era verdaderamente un maestro en el dominio
de la inteligencia y del espíritu».
La única manifestación pública de Gurdjieff y de sus alumnos durante ese periodo fue una demostración de danzas sagradas y de movimientos que presentaron en el Theatre des Champs Elysees en octubre de 1923. Esos ejercicios fueron presentados a la vez como una
restitución de danzas de derviches y de ceremonias sagradas (de las cuales el autor había sido testigo en el curso de sus viajes por el Asia Central) y como un método de educación.
Los parisienses no estaban muy preparados para ver en unas danzas, aunque fuesen sagradas, otra cosa que un simple espectáculo. Si la danza era un lenguaje, hubieran querido que les dieran la clave.
Pero Gurdjieff, ignorando esas objeciones, iba a hacer afrontar a sus alumnos una prueba aun mas difícil. Acompañado por cuarenta de ellos iba a llevar sus ideas a Nueva York, y a dar allí representaciones de sus movimientos. Se embarcaron el 4 de enero de 1924.
En la prensa de esa época se encuentra el reportaje de dos series de representaciones que dio, una en el Neighborhood Playhouse y la otra en el Carnegie Hall.
Algunas semanas después de su regreso a Francia, Gurdjieff resultó gravemente herido en un accidente de automovil y no recobro sus fuerzas sino lentamente. Viendo que solo le quedaba poco tiempo para cumplir con la tarea que se habia impuesto, cerro parcialmente el Instituto y se hizo escritor a fin de «transmitir sus ideas en una forma accesible a todos».
Desde entonces, y durante varios anos, escribir fue para el una obligación esencial. Sin embargo, jamás dejo de componer música, improvisando casi cada día, en una especie de armonio portátil, himnos, plegarias o melodías de inspiración kurda, armenia o afgana, que Thomas de Hartmann anotaba y transcribía. Esta música, sencilla y profunda, no
es la parte menos sorprendente de su obra.
Se sometió al oficio de escritor con esa especie de habilidad artesanal que le había permitido en su juventud aprender tantos otros oficios. El mismo cuenta en el primer capítulo de los Relatos de Belcebú a su nieto, cuáles fueron las dificultades que hallo desde el principio. Después de haber dudado, escogió escribir en ruso. Sus idiomas natales eran,
además del griego, el armenio y el turco. Pensaba en persa. Bromeaba en ruso. Contaba chistes en ingles, «con una simplicidad oriental que desconcertaba por su aparente ingenuidad». No ocultaba su desdén por las convenciones gramaticales, englobadas por el en el vasto dominio de lo que llamaba, con acento cargado de ironía, el buen tono. Y al contrario, sentía profundo interés por los giros de la sabiduría popular, y manejaba con gran destreza proverbios que atribuía al legendario Mulaj Nassr Eddin, incluso cuando eran de su propia cosecha.
Quienes se le acercaron durante ese periodo, a menudo lo vieron escribir hasta horas avanzadas de la noche, en el Prieure, de viaje, sobre las mesas de los cafés de ciudades de provincia y, naturalmente, en el Café de la Paix, que era, según el decía, su oficina. A nadie que cuando necesitaba una gran concentración, el ir y venir a su alrededor de seres humanos de todo tipo estimulaba su trabajo.
Apenas terminaba un capitulo lo hacía traducir rápidamente para leérselo a las personas que lo rodeaban, cuyas reacciones vigilaba. Instruido por esa experiencia, lo modificaba. Y repetia la prueba tantas veces como fuera necesario.
Escribió durante una decena de anos. Bajo el titulo de Del todo y de todo2, no fue tan solo un libro lo que compuso, sino tres gruesos volúmenes, cuya aparente diversidad responde a su intención de transmitir sus ideas en tres etapas y bajo tres formas diferentes.
El primero, titulado Relatos de Belcebú a su nieto o crítica objetivamente imparcial de la vida de los hombres, tiene como meta, escribe el, «extirpar las creencias y opiniones arraigadas en el psiquismo de los hombres acerca de todo cuanto existe en el mundo».
Reserva para los lectores que hayan aceptado esa duda sobre si mismos la segunda obra: Encuentros con hombres notables, con la que quiere «hacer conocer el material necesario para una reedificación, y probar la calidad y la solidez del mismo».
El tercero, titulado La vida es real sólo cuando «Yo soy», tiene por objeto «favorecer en el pensar y el sentimiento del lector la aparición de una representación justa, no fantasiosa, del mundo real». Fue escrito para el reducido numero de los que realmente se habian comprometido en su enseñanza.
Estaba en prensa en Estados Unidos el primero de los tres cuando murió Gurdjieff. Apareció sucesivamente en Nueva York3, Londres4, Viena5
y por fin en Paris6 en 1956.
2.- Titulo en espanol: Del Todo y de Todo.
3.- All and Everything, Hartcourt Brace.
4.-All and Everything, Routledge & Kegan Paul.
5.- All und Alies, Verlag der Palme.
6.- Récits de Belzebuth a Petit-fils, Editions Janus distribuye par Denoel.
El segundo, que entregamos al publico once anos después de la muerte del autor, tendrá el merito de aportar por primera vez ciertas precisiones sobre la parte hasta ahora mas misteriosa de la vida de Gurdjieff.
Cuando Gurdjieff termino de escribir, tras haber cerrado definitivamente el Prieure, vino a residir en Paris. Emprendió de nuevo, con un circulo de discípulos, franceses esta vez, la enseñanza directa, capaz de apelar a los medios de expresión más diversos, cuyo secreto el poseía.
Durante ese periodo fue con frecuencia a los Estados Unidos, exceptuando los anos de la guerra, que paso toda en Paris. Murió en Paris el 29 de octubre de 1949.
La primera voz que se elevo algunos días después de su muerte vino de América. Era la del arquitecto Frank Lloyd Wright, que declaraba:
«Kipling dijo una vez que esos gemelos —se refería a Oriente y Occidente-
nunca podrían entenderse. Pero en la vida de Gurdjieff, en su
obra y en su palabra, hay una filosofía, salida de las profundidades de
la sabiduría del Asia, hay algo que el hombre de Occidente puede
comprender. Y en la obra de este hombre y en su pensamiento —en lo que
hizo y en la manera cómo lo hizo— el Occidente encuentra verdaderamente
al Oriente».